'L'Écume Des Jours': Índigo como color del jazz, el amor y la muerte
- Jesús García Sayago
- 27 sept 2015
- 4 Min. de lectura
El drama poético-surrealista de Michel Gondry lleva al espectador a través de una París colorida y anacrónica, hasta la superficie monocromática de un nenúfar, reafirmando la vigencia contemporánea del llamado "cine de autor".

"...toute leur force du fait que l’histoire est entièrement vraie, puisque je l’ai imaginée d’un bout à l’autre."
-Boris Vian - L'Écume des jours (1947)
¿Y qué es verdadero, al fin y al cabo? Si la realidad desconcierta y alucina, podemos conjeturar que ésta va más allá de lo que nuestros sentidos nos permiten percibir. El polímata francés Boris Vian plasmó todo esto en una historia que, décadas más tarde, sería adaptada al cine. Irónico cuando se sabe que Vian murió de un ataque cardiaco a los 39 años, mientras presenciaba el estreno de la adaptacion cinematografica de una de sus últimas obras: J'irai cracher sur vos tombes (1946).
Vian solía criticar la hipocresía de la sociedad occidental, en el período de entreguerras, valiéndose de una pluma rica en metáforas surrealistas. Michel Gondry y el guionista Luc Bossi decidieron proyectar esas metáforas de manera literal. El resultado: un cubo rubik de 125 minutos de duración, donde la extravagancia, los juegos de palabras -en francés, por supuesto- y una banda sonora compuesta casi en su totalidad por piezas de Duke Ellington escenifican una historia que va en retroceso según lo emocionalmente aceptado.
La historia después de la historia
Colin (Romain Duris) se despierta temprano por la mañana y nos enteramos de que es un típico pequeño-burgués parisino que "tiene el dinero suficiente para vivir sin trabajar". Su mascota es un ratón antropomórfico que vive en una representación a escala del propio apartamento de Colin. Lo acompaña también, su cocinero personal Nicolas (Omar Sy). Un día, su mejor amigo Chick (Gad Elmaleh) lo invita a una fiesta para que conozca a su nueva novia Alise (Aïssa Maïga), donde Colin se enamora a primera vista de Chloé (Audrey Tautou), a quien conquista y desposa. Dicho esto, pareciera que la historia acaba allí, no obstante, la relación se torna oscura y melancólica cuando una enfermedad invade el cuerpo de Chloé: un nenúfar empieza a florecer en su pulmón izquierdo.
Si bien es evidente que Gondry, -otrora Eternal Sunshine of the Spotless Mind y La Science Des Rêves- le da mayor prevalencia al desafío técnico del montaje y la escenografía que a la evolución emocional de los personajes, en esta oportunidad el francés aprovecha el texto de Vian para no solo decorar sino "crear" un mundo que puede disfrutarse sin límites y con todos los sentidos. A través de elementos visuales y compases de jazz, el espectador queda cautivado lo suficiente como para olvidarse de lo irreal de la trama escrita por Bossi.
Le critique
La crítica especializada ha hablado, y ha sido implacable con L'Écume Des Jours y con Gondry y su estilo, tachándolo de superficial y banal como para evadir la responsabilidad metafísica de profundizar en el arte de relatar una historia. Pero, hablemos -e incluso recordemos aquel post sobre Wes Anderson y The Grand Budapest Hotel-de la estética de Michel Gondry como realizador audiovisual.
8 películas, 15 cortometrajes, 3 documentales, más de 80 videos musicales y 32 anuncios publicitarios y toneladas de cartón y mucho papier mâché conforman su currículo, y algunos puristas afirman que Gondry debió quedarse haciendo videoclips ya que “estos no necesitan de una historia coherente para funcionar”.
Pero L’Écume Des Jours sí posee una historia coherente. Un colorido y humorístico primer periodo de romance, cargado del acostumbrado stop-motion y objetos en perpetuo movimiento -mención especial al “pianoctel”, invención de Vian que consiste en una máquina de hacer cócteles que funciona pulsando teclas de piano- y un periodo donde la enfermedad de Chloé va mermando desde el lugar donde viven hasta los colores que se ven en la pantalla, dando paso finalmente a la tragedia monocromática.
Lo que parece molestar a la crítica es la exacerbación de la felicidad en ese primer período de colores y música alegre, ya que Gondry, al tomar las metáforas de Vian de manera literal ofrece un espectáculo en el que lo mejor es dejarse llevar.
El Vómito
El mejor amigo de Colin, Chick, es un ferviente admirador de Jean-Sol Partre. Filósofo existencialista que nace como parodia de Jean-Paul Sartre -amigo y colaborador cercano de Boris Vian- y a quien recurren para criticar el pretencionismo intelectual de la cultura universal actual. ¿Qué mejor forma de reafirmar un compromiso existencial que bombardeando nuestros iris con miles de formas, colores y sonidos mientras progresivamente la imagen se va tornando blanco y negro?
Por supuesto que hay profundidad intelectual. Todo el filme -y sus consecuentes reacciones- es una burla a lo que llamo "cine ladrillo", y esos planos fijos que adornan intrincados intentos filosóficos en una narración. En cierta escena, varios personajes discuten sobre El Vómito -parodia de una de las obras más famosas de Sartre, La Náusea (1931)- y en los bolsillos de Vian no cabe el cinismo brillante con el que critica a su generación.
Michel Gondry es lo más cercano que tenemos en este siglo XXI, a un Georges Méliès. Magia y fascinación a través de trucos, elaborando sueños y fantasías visuales, alterando la percepción de la mente. Su intención: crear transiciones que unifican distintos momentos en una única realidad continua.
Sartre fue quizá el primer filósofo pop de un star-system cultural. Cuando los intelectuales del mundo tenían algo que decir. A pesar de los críticos y del "cine ladrillo", Michel Gondry y su magia en papier mâché también tienen mucho que decir.
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